martes, 14 de febrero de 2012

UN EJEMPLO DE CATÓLICO




Quisiera compartirles este pequeño ejemplo de un joven que a pesar de tener toda una vida por delante y muy prometedora Dios lo quiso recoger para que nos sirviera de testimonio:Un hombre joven yace en la cama prisionero de una grave enfermedad que lo ha condenado a muerte. Junto a él está su madre. Notamos de inmediato algo muy especial. Ahí dentro se respira paz, cariño y algo más que aún no alcanzamos a precisar, pero que nos resulta igualmente penetrante.
Escuchemos por un momento el diálogo entre esa madre y su hijo enfermo en fase terminal.

Dice la madre: En un momento en el que me pareció que estaba un poco mejor, le dije que me dictara las líneas que nos había leído en la fiesta del final de su carrera, y que yo no quería olvidar nunca. Entonces, con voz clara, me dictó:

”Las alturas que los grandes hombres consiguieron, no las alcanzaron con un vuelo súbito ni de la noche a la mañana, sino que mientras sus compañeros dormían, éstos subían más para llegar a la meta”.

Yo entonces, llorando, le dije: - Hijo, ¿te acordarás de mí cuando llegues al cielo?
Y él, dulcemente, me contestó: - ¡Por supuesto...!
Después le pregunté: - ¿Verdad que no me dejarás?
Y él añadió: - ¡Para nada Mamá...!
Viendo cómo lloraba, me dijo: - No llores mamá, que me voy al cielo."
Sí, ya no nos cabe la menor duda. Ese cuarto está inundado de fe. La fe que se traspira por los poros del alma de esa madre y de ese hijo. Una fe que se siente mucho más penetrante que el dolor. Una fe que se palpa más vivamente que la misma muerte ya a la puerta.
De repente entra a la habitación un médico amigo y se queda solo con el enfermo. Hablan. El doctor sale llorando y, abrazando a la madre del joven le dice: - No entiendo nada de lo que pasa en esta habitación.
Ante la cara de sorpresa que ella pone, como preguntando a qué se refiere, él continúa: - Un chico joven, prometedor, amante de la vida, con una familia como la suya... y habla con alegría de su partida al cielo. No entiendo nada.

Es verdad, hay muchos que no lo entienden y no lo entenderán nunca. ¿Cómo es posible que alguien pueda afrontar la enfermedad, el dolor, la muerte con la sonrisa en los labios y sobre todo en el corazón? ¿Cómo se explica que alguien con “toda la vida” por delante pueda hablar con alegría de su partida a la patria celeste dejando lo que deja?

Porque para entender y vivir esto hace falta algo que no todos tienen o no lo tienen en suficiente medida. Hace falta fe en Dios. Y es que la fe en Dios, cuando es auténtica, grande, honda, es capaz de arrancar felicidad y hasta buen humor de un hombre aunque padezca la más terrible de las dolencias.
Gracias a una fe así este joven pudo pasar el trance de su muerte sereno, gozoso, con los ojos y el alma puestos en el cielo. Gracias a esa fe convirtió su lecho de muerte en lecho de vida.

Querido amigo: ¿Cómo vives tú en la dificultad? ¿cómo la afrontas? Deja que Dios, a través de ti, siga hablando a los corazones de muchos jóvenes. Pero ya sabes, todo depende de ti.